Una
palabra puede ser más potente que una lluvia de misiles, porque una palabra
dicha, o no dicha, gritada o susurrada puede desatar
una revolución. Cuando siento miedo me burlo de los cobardes. Cuando
estoy furioso con alguien le dio “ está todo bien”. Para eso sirven las
palabras, para ocultar lo que sentís.
Uno cree que las palabras dan respuestas, pero dan algo más poderoso: preguntas. Decir algo es muy potente, pero
más potente aun es no decirlo. Porque el silencio
también tiene palabras, pero son palabras guardadas, elegidas, que esperan
pacientes el momento de ser reveladas. Las palabras cuando llegan te despiertan. Las
palabras pueden distraer, engañar.
Las palabras son pensamientos que se convierten en acción. ¿De qué sirven las
palabras si uno las dice y nadie del otro lado las recibe? ¿Qué valor tiene una
palabra si nadie la escucha? Sin palabras no hay silencios. Y
sin silencios no hay palabras. Muchas veces no sabemos por què callamos, y
muchas más no sabemos por qué hablamos. Estamos en silencio, guardándonos las
palabras hasta que algo, alguien nos hace hablar. Hay tantas palabras y sin
embargo muchas veces nos quedamos mudos,
sin saber que palabra usar. ¿Acaso hay una expresión que sea más hermosa, llena
de sentido y amor que “te doy mi palabra”?
Te doy mi palabra es un acto de entrega, de amor, de confianza, es más que una expresión
de deseo, es un compromiso de vida, es un acto de fe. Porque cuando todo perdió
valor la palabra puede rescatarnos.
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